Después de haber estado visitando tantos sitios el cuerpo nos pedía algo de relax. Así que era el turno ahora no ya de visitar, sino de ESTAR en las preciosas playas atlánticas. Ya lo he comentado en otra de las entradas, y lo repito: las playas gallegas son estupendas, si bien el problema es que no suele hacer un tiempo lo suficientemente bueno como para aprovecharlas, pero si te pilla bueno… son de película. Y hay tantas que es imposible elegir, así que nosotros le dejamos la decisión en parte al azar y en parte a que nos pillaran en ruta hacia otro destino.
Así que tras desayunar en nuestro hostal-asador, en una terraza que parecía sacada de una peli ambientada en la zona montañosa de Norteamérica, nos pusimos rumbo a la playa de Mogor.

La playa de Mogor es una cala grande, de arena rubia rodeada de bosque y limitada también por un brazo de piedra que se mete en las aguas transparentes (y frías) del atlántico. Disfrutamos mucho haciendo fotos y explorando la zona, y tuvimos un tiempo fantástico.






La verdad es que estábamos tan a gusto que nos daba reparo continuar con nuestro plan inicial, que era irnos por la tarde a buscar otra playa. Al final levantamos el campamento y fuimos en busca de nuevos territorios, pero no nos terminó de salir bien la jugada. Todas las zonas de playa que encontramos estaban atascadas de coches (¿he comentado ya que hacía buen tiempo y que eso es una raya en el agua en Galicia?), y tardamos demasiado tiempo en encontrar un sitio que nos complaciera.
Finalmente llegamos a la playa de Nerga, que también es muy bonita, pero hacía demasiado viento, y tras un rato masticando arena decidimos que ya era hora de ir al hotel a cenar.

Por cierto, que esa noche era la elegida para cenar VIEIRA, la famosa «concha del peregrino», tan típica de Galicia. Nos la pusieron muy rica, aunque si tenemos que comparar quizá nos gustaron más las zamburiñas.

Al día siguiente teníamos reservado el pasaje para echar el día en las Islas Cíes, que para quien no las conozca son un parque natural a medio camino entre el Caribe, Mallorca y el Polo Norte (el agua está fría de cojones).
El archipiélago lo forman tres islas: Norte o Monteagudo, Del Medio o do Faro y Sur o San Martiño. Las dos primeras están unidas por medio del arenal de la Playa de Rodas y una escollera, y es en la del Medio donde te deja el ferry.
Cómo visitar las Islas Cíes
Por cierto, que si queréis ir, tenéis que planificar la visita. Lo primero, al ser Parque Natural, se necesita una autorización. Te la dan a la vez que sacas el ticket del ferry, pero claro, hay plazas limitadas, por lo que es bueno planificar con tiempo. Nosotros sacamos el ticket desde Vigo con la naviera Mar de Ons. Por ejemplo, desde esta página.
Luego, una vez allí, NO HAY NADA. Ni papeleras, ni aseos, ni kioskos… Sólo un chiringuito que se atasca de gente (es el único que hay). Así que:
- Hay que llevar comida y bebida
- OS RECOMIENDO LLEVAR SOMBRA. Nosotros no la llevamos porque me empeñé yo en no quedar de cateto, y acabé quedando de gilipollas. Porque si quieres estar en la playa y a la sombra, como no lleves tú algo no hay donde guarecerse. Lo más cercano es el bosque, pero queda bastante a tomar por saco de la orilla.
- …eso sí: también nos hizo mucho viento, con lo que una «sombrilla estándar» tampoco nos habría valido mucho. Mejor habría sido un cortavientos.
- No podéis descuidar vuestras pertenencias: las gaviotas las saquean en busca de comida.
Aparte de tomar el sol en las playas y disfrutar del agua polar, también se pueden hacer algunas rutas de senderismo, que de verdad que parece que te trasladan a otras latitudes. En las siguientes fotos podéis ver, entre otras cosas, las vistas desde el «Alto del Príncipe», y la playa de Rodas.








Cuando volvimos de las Islas Cíes, aún a media tarde, era el momento de visitar Vigo. Nos llamó la atención el aspecto de gran ciudad que tenía el centro, o al menos la zona de ensanche: avenidas rectas con edificios muy altos, y mucha vida comercial en los bajos. Una ciudad agradable y muy luminosa (también hay que decir que hacía un tiempo estupendo, y eso cuenta), aunque eso sí, con unas cuestas considerables al llegar al casco histórico. Visitamos el castillo, en todo lo alto, y a la bajada vimos la reconstrucción de un poblado celta que había en la ladera.





Y con Vigo acababa nuestro periplo gallego, pero no el viaje… Desde Galicia a Córdoba hay muchos kilómetros de carretera y muchos sitios que visitar, así que ¿por qué no bajar por Portugal y darnos un garbeo por el país vecino? Que Dors_Seldon no conocía el Norte luso. Pues así lo hicimos y así os lo contaremos… en la próxima entrada.