Música

Este sábado tuve que desplazarme en coche hasta Sevilla para asistir a la boda de una compañera de la carrera y amiga. Normalmente me aburre conducir, y más por autovía, que es a la vez la carretera más cómoda y más monótona que existe. Así que para no quedarme dormido de sopor al volante me puse a escuchar música. Fuerte. Y una vez más, como me ha ocurrido otras muchas, se me erizó el vello con ciertas piezas, y pensé que debía escribir sobre ello en el blog. Heme aquí.

La música es mi pasión. Toco, compongo y escucho desde hace ya algunos años, si bien es cierto que a causa del trabajo es sólo la última de las actividades la que puedo practicar a diario. Y, pese a las muchas horas de audición, sigo emocionándome y estremeciéndome con algunos temas que para mí son, evidentemente, obras maestras.

Me gusta todo tipo de música, pero tengo especial predilección por las piezas orquestales, especialmente aquellas «grandilocuentes», sobrecogedoras. Una pieza brevísima que consigue ponerme la carne de gallina cada vez que la escucho (sin excepción) es el «preludio» (o la introducción) de la banda sonora de «Hook», de John Williams. No falla: ese comienzo con los violines tocando piano, creando tensión para dar paso al tema de los metales (no sé si es un trombón o una trompa), que luego se repite pero respondido por los timbales, y que por último hace una variación in crescendo acabando en un golpe de orquesta… es, sencillamente, magnífico.

Y este sábado no iba a serlo menos: al escuchar el tema en la radio del coche, un escalofrío me recorrió desde la punta de los dedos hasta el último pelo de la coronilla, haciendo que incluso el contacto de mi cuerpo con el asiento fuera incómodo durante unos segundos. Que una combinación de sonidos pueda hacerme sentir así me parece algo prodigioso. Y si no todo el mundo es capaz de estremecerse con una obra sinfónica, entonces creo poder afirmar que soy un privilegiado, porque, al menos para mí, hay pocas cosas tan emocionantes.

Si alguien se anima, recomiendo una serie de obras orquestales que merecen la pena ser escuchadas:

Empezando por el ya citado John Williams (y la introducción de «Hook»), imprescindible la marcha de Supermán, la marcha de los Juegos Olímpicos del 88, y los temas principales de «Jurassic Park».
De Gustav Mahler, el último movimiento de su sinfonía nº 2. Concretamente las frases corales de los últimos minutos.
De Gustav Holst, «Júpiter».
De L.V.Beethoven, los coros del último moviento de su 9ª sinfonía, aunque hay muuuchas más.
De Rossini, la Overtura de «Guillermo Tell».
De Ennio Morricone, «River», de la banda sonora de «La Misión».
De Vangelis, «Conquest of Paradise», de «1492».
De John Debney, la banda sonora de «Cutthroat Island»; sobre todo el primer tema. Y el último de la de «La Pasión de Cristo».
De J. Hisaishi… casi cualquier cosa.

Y cientos de otras piezas y autores: Wagner, Orff, Tchaikovski, James Newton Howard, Hans Zimmer (magnífica la banda sonora -la parte instrumental, se entiende- de El Rey León, entre otras), Ravel, Shostakovich, Tomás Luis de Victoria…

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